Cuántas veces te hemos saludado, hemos rezado invocándote así.
En la oración de la tarde, escucho a lo lejos el eco que repite: “Te amo.”
Es una felicidad que me invade.
“María te amo” es parte de mí (y de nuestra gran familia).
Es más que una devoción, es un lazo de parentesco porque Jesús su Hijo nos la dio diciendo a Juan, quien nos representó al pie de la cruz: “He aquí tu madre.”
Nosotras también María, te aceptamos. ”María, te amo.”
Habitas nuestras vidas, porque es a ti María, a quien decimos y repetimos diariamente: “María te amo” y el eco nos dice de nuevo: “Te amo.”
Aline Bruneau
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