Durante todo el transcurso de su vida, Annette ha estado sedienta de belleza. Ella gozó de la belleza durante su vida misionera, cuidando a enfermos, visitandolos a domicilio y ahora, con el cruce de los colores y los pinceles, ve al Señor y lo contempla.
En la belleza de la creación, Dios viene a mi encuentro. Mediante la pintura, se me presentó naturalmente el arte como una forma de vivir una jubilación activa y positiva, un espacio de gratuidad, de crecimiento, un lugar para compartir y testimoniar.
En estas palabras de Pío XII a los artistas, yo encontré mi motivación profunda: «Lo bello debe elevarnos. La función de todo arte consiste en romper el espacio estrecho y angustioso de lo finito en el cual está sumergido el hombre mientras vive en la tierra, para abrir una ventana a su espíritu que tiende hacia lo infinito. Frente a una cultura sin esperanza, hagan pues sonreír en la tierra, sobre la humanidad, el reflejo de la belleza y de la luz divina…»
En el arte figurativo, mi manera de pintar, privilegio actualmente la espontaneidad, la creatividad, los símbolos. Añadir un espacio poético da lugar a una mirada diferente y nueva. Deseo que un ambiente de serenidad y de alegría se desprenda de mis acuarelas.
Y es así de esa manera que continúa mi búsqueda de belleza bien insertada en la espiritualidad de la vida cotidiana.