Testimonios
Un año de acción de gracias... Desde muy pequeños, tuvimos ejemplos de misioneros y religiosas en nuestra familia y en nuestra parroquia. Estos contactos hicieron madurar en mí este deseo de ser misionera y consagrada. Un sentimiento de profunda gratitud se eleva en mí hacia mis padres, que fueron un ejemplo de generosidad, entrega y respeto a los demás. Su presencia era reconfortante y tranquilizadora.
Al haber conocido el Instituto, Rose, mi hermana ya era miembro, la espiritualidad y la caridad en acción me atraían y encajaban con lo que quería vivir y lograr.
Sin duda, nací con la vocación de enfermera que se concretó a los 22 años, en 1963. Quería ayudar a los demás, cuidarlos, hacerlos felices.
Aún más, en nuestra medalla de enfermera, como está escrito en Mateo 25, 40, "Mihi Fecisti", "Tú me lo hiciste a mí". ¡Qué hermosa invitación a brindar servicio a través del don de sí mismo que se enlaza con este punto de nuestra espiritualidad, el ser al servicio!
En mi oración diaria, acojo a Dios quien construye la paz en mí. De esta manera puedo tocarlo, verlo y servirlo en las personas que la vida me permite conocer.
He recibido mucho del Instituto y de las personas con quienes he vivido. Mis compañeras canadienses, las de Sri Lanka, India y Bolivia que me aceptaron tal como era, me querían y respetaban, crecimos juntas. Gracias.
No soy perfecta. El Señor me ha dado mucho y sigue logrando cosas hermosas a través de mi presencia en el corazón del mundo: como voluntaria en la parroquia, visitando a los enfermos, escuchándolos y compartiendo experiencias,
Se recordarán que al comienzo del instituto, antes de nuestros primeros votos, recibimos una advocación Mariana. El Padre Parent me había sugerido: "María de la Serenidad". Ella siempre me ha acompañado y con ella, me atrevo a decir: "Proclama mi alma la grandeza del Señor".
Réjeanne Mathieu.