¡Un humano, un sacerdote, un oblato, un santo!
Un humano atravesado de parte a parte por el amor de Cristo. Lo conocía en su relación filial con el Padre a través de su propia profundización del Evangelio. Muy temprano, el Padre Gauthier captó cómo el Padre Celestial ama a todos sus hijos a través de todas sus facultades intelectuales, psicológicas y espirituales.
Un sacerdote anclado profundamente en su ministerio sacerdotal a través de la acogida, la disponibilidad, la apertura y el ardor para comunicar abundantemente la riqueza de su corazón sacerdotal, amante de Dios más que todo. ¡Cuántas veces fui acompañada por el Padre Gauthier donde me sentía en total admiración con su luminosa profundidad! Estaba superada por la justeza de sus reflejos y para él, esto parecía de una increíble facilidad, de una evidencia indescriptible, para captar la acción de Dios a través del menor pecadillo de la actividad humana. ¡Qué sacerdote con el corazón conectado a la divina Sabiduría!
Un oblato, definición del diccionario: «quien hace pasar las necesidades del otro antes de las suyas propias», esto le quedaba como un guante. Nosotras las Oblatas fuimos privilegiadas por tener a nuestro servicio, tanto humano como psicológico y espiritual al Padre Gauthier durante unos diez años. Se entregó sin medida, buscando con todas sus fuerzas a instruirnos en la profundidad de nuestra espiritualidad. Escribió círculos de estudios de una riqueza sorprendente, predicó retiros, animó recolecciones sin desdeñar nada para nuestro crecimiento humano, incluso psicológico y sobre todo espiritual. El Padre Gauthier había experimentado todo del ser humano y sabía mirar el riquísimo aporte del Creador en cada uno.
Un santo: su fe invencible estaba en la Iglesia fundada y querida por Cristo. Pase lo que pase, el Padre Gauthier vivía con la certeza que a causa de Cristo, la Iglesia mantenía siempre su carácter de santidad y los seres humanos podían recurrir o adherir a ella en todo momento. Encuentro una similitud con el Papa Francisco, quien en estos últimos tiempos, nos comunica que la Iglesia está abierta a todos y para todos.
Atento a la persona que tenía enfrente, su libertad indefectible lo situaba espontánea y visceralmente hacia el corazón de la persona amada incondicionalmente por el Padre.
¿Y qué decir de la santidad del Padre Gauthier, durante la gran prueba que vivió el 1er domingo de adviento en 2015 donde una parálisis fulgurante lo deja inválido? Varios fueron testigos de su valor para recuperar al máximo físicamente, también como en esta batalla mantuvo una viva esperanza y todavía más fuerte aún su ALEGRÍA de vivir y amar a través de la grandísima dependencia para recibir cuidados benéficos. En estas actitudes veía su corazón de oblato y también su corazón de oblata. Viviendo estas cinco actitudes apostólicas, manifestaba la afección fiel al Padre Louis-Marie Parent, o.m.i., y también el Instituto de las Oblatas Misioneras de María Inmaculada.
Creo que podemos afirmar que el Padre Gauthier adhirió plena, serena y apaciblemente a la voluntad amorosa de su Dios. A ejemplo de San Pablo, esperó y vivió profundamente con Cristo 103 años de vida terrestre ofrecidas al Padre.
¡Qué santidad!
Padre Gauthier, le debo un eterno reconocimiento por lo humano, el sacerdote, el oblato con corazón de oblata y el santo que Dios ha dado a su Iglesia.
Un día el Padre Gauthier escribió: «¡Cuando les digan que morí, no lo crean! ¡No moriré NUNCA!» Miles de GRATITUDES por alimentar hasta este punto nuestra relación con usted. Usted está VIVO…
Por absolutamente TODO: ¡GRACIAS INFINITAS!
Marie-Jeanne Aucoin
Un breve retrato del Padre Roger Gauthier
Será este un breve retrato del Padre Roger Gauthier, no a partir de lo que él hizo, sino como el privilegio de verlo y quererlo en el transcurso de los últimos 50 años. Mis notas me permitirán hacerlo en unos minutos porque si no, podría hablarles durante horas.
Hace 10 años le había dicho: «Lo quiero tanto que usted no morirá nunca». Y él me respondió: «No te preocupes, voy a esperar a que estés lista». Y tuvo palabra. Estuve lista solamente en los dos últimos meses y él lo sabía. Fue el regalo más bello que el Señor me ha hecho.
Una oblata de Amos me decía ayer: «Era un santo ambulante». Y yo añadí: «Un superdotado de la comunicación y de la relación humana». Nunca lo ví tratar de parecer bien, de ponerse por encima de los demás o por delante de los demás. Para él, la relación pasaba antes que el protocolo o los principios y permaneció siendo el mismo en su sencillez y su genio de la relación. Estoy bien ubicada para ver que en su enfoque, superó a todos los psicólogos que he conocido.
Su franqueza era otro de sus valores. Para aproximarse más de la verdad (y nunca dijo que la poseía), era capaz de molestarse ante una injusticia, capaz de denunciar si fuera necesario para no dejar una situación ambigua. Sin embargo, después de haber escuchado bien, no se formaba un juicio, sino que trataba de acompañar suavemente hacia más verdad a la vez que dejaba circular el Espíritu Santo libremente.
Todas las personas que me hablaron de él como acompañante, se sintieron únicas y amadas, ya se tratara de parejas de la región, de otros laicos, de sacerdotes o de oblatas.
Cuando seguí los ejercicios de San Ignacio, animados por él en La Pocatière, tenía 30 años, fue una verdadera conversión. Cristo se hizo bien presente en mi vida, una presencia amante, que Él nunca cesó de mostrarme, ante todo, en la persona del Padre Gauthier.
El Padre Gauthier sabía también divertirse. Tenía mucho humor, no se escandalizaba durante discursos más osados y reía de buena gana. También sabía hacernos reír, era buen comediante en las veladas sociales como era el caso en los grandes encuentros festivos de las oblatas. No tenía miedo a imitar personajes, de cantar como ellos.
Un día, antes de su parálisis, estábamos en lo alto de una escalera aquí en Richelieu, y le dije desafiándolo: «¡Veamos quién llega primero abajo!» Bajó la escalera a gran velocidad y llegó abajo antes que yo.
Para resumir, el Padre Gauthier supo animar, acoger, acompañar, aconsejar con sabiduría, sin dar órdenes, con inteligencia y sinceridad. Ahora volvió a recuperar su autonomía, capaz de hablar y de caminar como un ángel.
La Beata Marie-Rose Durocher escribió:
«Amen todos los días que el Señor les da». El Padre Gauthier amó durante 35,595 días. Por eso nunca perdió su SONRISA.
Siempre será mi gran amigo y mi gran consejero.
por Janine Giguère, a los Oblatos, 6 de octubre 2023
Foto Web de San Ignacio de Loyola :
https://www.jesuites.com/exercices-spirituels/