Viernes, 01 Mayo 2020 15:43

En este mes de María, una cadena de oración.

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Buenos días,
Hoy, entro en su casa a través de la televisión. Estoy con ustedes para encontrarnos. Espero que estén bien.

En este mes de María, les invito a cantar conmigo la oración de María. Cantémosla por nuestras personas ancianas puesto que María es la madre de todos. Madre de los que son frágiles hoy día por los acontecimientos actuales. Cantemos juntos.

Oremos; Dios te salve María llena de gracia, el Señor es contigo, bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús. Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.

Les invito hacer una cadena de Ave, aceptar este pequeño desafío, un « Ave » cada día, porque este « Ave » sencillo ampliará su oración del corazón a la grandeza del mundo. Esta cadena es soldada por el amor de María para sus hijos.

Consideramos a María como la madre espiritual del creyente, la que está aquí y que nos acompaña. Hay una personas que dicen : « ¿Porque rezar, los de arriba no hacen nada para nosotros? » La oración es ante todo una cita de amor y hoy día, esta cita es con María, nuestra madre. Recuerde que Jesús al pie de la cruz, dijó a María : « Mujer, aquí está tu hijo e hijo, aquí está tu madre ».

Cuando confió Juan a María, a través de el, es cada uno de nosotros que confió. No olvidemos que ella es nuestra madre, la que tiene la mano de su hijo, la que tiene la mano hoy día, del que sufre, que es enfermo. Es una madre que lleva en ella cada uno de sus hijos con lo que uno vive. Nos sostiene. Tal vez esto le sorprende : cuando tengo pena, es ella quien llora conmigo, es ella quien me consuela.

Reconozcamos en María una presencia amante, una presencia de esperanza, una presencia de camido de vida.
¿Que dirían si empezaríamos ahora nuestra cadena de oración? Rezemos un « Ave » pidiendo a María nuestra madre, que sostenga y cuide a todas y todos que están luchando a causa del COVID-19.

Ampliemos nuestra oración del corazón a la grandeza del mundo.

Louise F. Voluntario de Dios