Últimamente, estoy profundamente triste por todo lo que pasa en el mundo. Oigo el grito de la opresión y del desamparo que resuena más allá de las fronteras. ¿Qué hacer?

No quiero quedarme inactiva y me atrevo a lanzarles una invitación apoyándome en la Palabra de Cristo que dice: «Si dos de entre ustedes, en la tierra, unen sus voces para pedir lo que sea, esto les será atribuido por mi Padre que está en los cielos. Que dos o tres, en efecto, estén reunidos en mi nombre, estoy allá en medio de ellos»
Mt 18, 19-20.

Que nuestra fe sea viviente. Tengamos un sentimiento de ayuda mutua y la expresión de una caridad fraternal. El amor nos urge y juntos, hagamos la oración del creyente, mandando el espíritu de fortaleza, de valentía, de consuelo, de Esperanza y de paz a nuestros hermanos y hermanas en Iglesia que están necesitados.

Louise F.
Voluntario de Dios, Drummondville

Según el Padre Nuestro del creyente

Padre Nuestro,
que tu nombre resuene tan fuerte en nuestra tierra,
que reconozcamos tu presencia entre nosotros.
Que tu reino de amor y de alegría venga a calentar a tu Iglesia para desalojar la angustia,
el sufrimiento, el pecado del mundo.

Que tu voluntad, que se manifestó en Cristo,
se haga también a través de nuestros esfuerzos de justicia, de compartir y de paz.

Danos hoy nuestro pan, nuestra parte de afecto,
nuestra parte de fuerza para vivir y expandir la Buena Nueva.

Perdona nuestras faltas, como nosotros tratamos también de perdonar las faltas de los que nos hieren,
nos ignoran o no saben amarnos.

Sostennos en las tentaciones de rechazo, de pasividad y de evasión.

Líbranos del mal que está trabajando en el mundo y en nosotros mismos. Amén

Sacado de « Devant toi, Seigneur »,
Paroles pour prier, Novalis, 1981, p.56

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