Encuentro de los Voluntarios de Dios, grupo de Paulette Chénard, Drummondville.
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Cada una con sus dones y talentos se hace disponible para la misión: “Vivir en todo lugar el amor de Cristo en el momento presente”.
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Leí un día de un filósofo de la espiritualidad que la palabra «espiritualidad» en el sentido filosófico quiere decir: «dar sentido y valor» a lo que somos, lo que hacemos y lo que llegamos a ser. Y la etimología de la palabra «espiritualidad» en latín es: «spiritualitas» y «spiritus» que significan espíritu y aliento. Para mí, vivir una espiritualidad es escuchar mi ser interior, este espíritu y aliento que me habitan. Es captar también lo que quiere elevarse en mí y lo que quiere ajustarse a mi ser profundo, al corazón mismo de mi búsqueda de sentidos. La espiritualidad que hemos escogido vivir como Voluntarias de Dios, debería ayudarnos a sentirnos bien en el « ahora ». Ella nos invita a seguir a Cristo y permanece siempre una experiencia más grande que uno mismo. Nos invito a mirar y vivir nuestras 5 actitudes como una receta de felicidad personal que nos permite hacer felices a los otros y dar gloria a Dios. Son un modo de vida espiritual, una dirección que seguir que se expresa por los valores: la acogida, la comprensión, el amor, el respeto, la sencillez y el no juzgar. Es primordial aplicar estos valores a sí mismo a fin de que se integren en nuestra vida de cada día y a fin de expresarlas alrededor de nosotros. Abrirse a vivir una espiritualidad es una buena cosa, pero debemos mantenerla y desarrollarla. El compromiso es, ante todo, una decisión se expresa a menudo con promesas que deseamos cumplir y concretar en el corazón del mundo. Comprometerse es, ante todo, unir nuestra respuesta a la de Jesús quien un día, dijo SÍ al Padre para encarnarse y por este gran SI, fue el primero en comprometerse. Seguirlo es servir como Él, es dar nuestra palabra, es entregarle nuestro corazón y rendirle honor. Nuestro SÍ tiene un gran impacto puesto que responde a una misión de fecundidad. No hay que sorprenderse si a veces encontramos obstáculos en nuestro camino. La crisis espiritual es un camino a veces sinuoso que puede llevarnos a vivir dudas y a cuestionarnos. Pero hay que creer en el momento de la gracia cuando nos comprometimos y vivir estos momentos con confianza, puesto que son, sobre todo, un llamado muy fuerte para descubrir y llegar a ser quienes so-mos realmente en el corazón de la Iglesia. |