1.La delicadeza.
La delicadeza es una finura en la ejecución, una elegancia, una habilidad, un refinamiento en el gesto, en la expresión de un pensamiento, en el estilo de un cumplido.
En la calidad de acoger a los otros, en la forma de ir a los demás, lo importante no es lo que tienes para dar, sino cómo debes hacerlo. Una buena sonrisa, un apretón de manos, un beso, son siempre más eficaces para ahuyentar las migrañas, el estrés y las preocupaciones que los tranquilizantes y las aspirinas.
La delicadeza es una palabra amable para subrayar el aniversario de alguien, es un elogio, una palabra de simpatía, un estímulo dado en el momento adecuado, es algo refinado que brota de mi corazón para iluminar una mirada, provocar una sonrisa.
No estoy solo, alguien vive bajo el mismo techo. Tengo un departamento, o, vivo con mi familia, o hago parte de un equipo, entonces si soy consciente de la delicadeza que habita en mí, los demás se beneficiarán de mi presencia, seguramente me sentiré más cerca de ellos.
Si alguien pensara en toda la alegría que lleva en el fondo de su corazón, daría su alegría envolviéndola de indulgencia, de perdón e iría a los demás llevando su sol, su luz, su calor.
La delicadeza es un fruto exquisito que surge del amor, es un poder liberador, elimina la mediocridad y la rutina, estimula la generosidad y debilita el egoísmo.
Extracto de la Colección Voluntarios de Dios, Padre Louis-Marie Parent, o.m.i.
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