Tengo mucha gratitud hacia el Padre Louis-Marie Parent, o.m.i., por su fidelidad al Espíritu Santo por haber fundado el Instituto: Las Oblatas Misioneras de María Inmaculada. Fue un acto grande de fe y desafío. El Instituto se extendió a través del mundo.
Encontré lo que yo buscaba: una vida consagrada en pleno mundo, una espiritualidad centrada en la caridad de Cristo que se concreta en una vida de oración creadora de actitudes apostólicas y inspiradoras de caridad en acción, el 5-5-5:
1. Presencia de Dios, 2. Ausencia de crítica destructiva interior y exterior, 3. Ausencia de queja inútil interior y exterior, 4. Ser de servicio, 5. Artesana de paz.
El segundo punto “Ausencia de crítica destructiva interior y exterior” es para mí una escuela de vida, un camino que me invita a una conversión cotidiana fijando una mirada maravillada sobe la presencia de Dios, una mirada positiva y benevolente sobre las personas y los acontecimientos siendo un ser de servicio y artesana de paz.
He tenido suerte por haber tenido tiempos de reflexión que hicieron una diferencia grande en mi vida de fe. Los encuentros en equipo siempre son un buen medio para desarrollar mi lazo de pertenencia al grupo y vivir la fraternidad y el compartir. María ocupa un lugar importante en mi vida y su ejemplo de interioridad, disponibilidad y servicio me inspira.
He podido realizar mi deseo misionero que se manifestaba en mí desde mi juventud.
Después de mi retorno del Tchad, estudié en teología, lo que me permitió concretar mis compromisos durante la trentena de años siguientes en pastoral con los niños y padres.
Gracias al Señor y al Instituto por todo lo que recibí durante todos estos años.
Gergette Normandeau
Foto Pixabay