Lo más querido por mí, es el amor de Cristo que nunca querría perder.
Este amor, la vida en la Iglesia y en el Instituto me lo hace descubrir a diario para luego darlo a mis hermanas y hermanos. Además, mi consagración y adhesión a la voluntad de Dios vivida en la fe, me dan una mirada abierta al mundo. Me abren grandes horizontes a nivel espiritual.
La presencia eucarística me mantiene en unión con Cristo. Me da el ímpetu para responder a los caprichos del Señor.
Esto es lo que el Instituto me permite ser.
Diana Sabourin
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