En primer lugar, una vida interior centrada en Cristo (presencia de Dios) y derivada hacia los demás (ser de servicio). Estas dos anclas me permitieron vivir con fraternidad la caridad de Cristo.

Qué hermosos momentos con compañeras tan simpáticas como empáticas y para nombrar algunas que nos precedieron en el más allá: Annette, Lily, Catherine, Jeanne-d’Arc y Therese, pero cuantas otras hoy me acompañan todavía y me permiten la fraternidad y la solidaridad en el presente.

El Instituto también me dio la oportunidad de vivir con los “Montagnais”, lo que me permite hoy comprender las reivindicaciones de los amerindios.

Por eso doy gracias al Instituto, pero especialmente a las responsables presentes y pasadas.

Claire Turcotte

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