Cada día, Dios nuestro Padre renueva en mi corazón esta certeza que soy amada: “Tú eres mi hija querida, en ti pongo toda mi alegría”. Esta palabra crea en mí, el amor, la confianza, la esperanza. El Amor de Cristo abre mi corazón a un amor incondicional y universal hacia los demás para amar cómo Él quiere que los ame. Su Espíritu me hace atenta a los signos de su presencia, en mí misma, para mí y alrededor de mí en el momento presente.
En la residencia “Langelier” donde vivo, me comprometo cada viernes, con un equipo, a preparar, sea una liturgia de la Palabra o una misa. También trato de estar atenta para responder a las necesidades de las personas, con mi escucha, atención, apoyo y consuelo.
En la parroquia San Pedro, estoy disponible para una lectura, un servicio, dar la comunión durante una Eucaristía. Cada lunes, animo a un pequeño grupo para compartir nuestra fe profundizando la Palabra del domingo. También comparto mi fe en un equipo de catequesis para preparar a jóvenes de 8-10 años para los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía y acompañarlos en su camino de fe.
El tiempo de oración, sola o con otras personas, da sentido a mi vida oblata y me ayuda a descubrir la presencia amorosa de Dios y a seguir siendo un ser de servicio. Sólo con su fuerza puedo realizar su plan de amor.
En mis contactos cotidianos, trato de sembrar la confianza en Dios que nos ama. Puesto que por Él, con Él y en Él:
- miedos, inseguridades, angustias se convierten en Confianza
- odio, violencia, guerra se convierten en Paz
- dudas, vacíos, desemparo se convierten en Luz
- noches, desesperación, monotonías se convierten en Esperanza
Puesto que Dios transforma todo para nuestra Felicidad.
Claire Pronovost