Como Oblatas, nuestro camino está marcado por una fe inquebrantable y profundos desafíos. Nuestro folleto, con sus palabras brillantes y sus imágenes cautivadoras, resuena con fuerza y enciende una chispa en aquellos que buscan un camino de fe y servicio.
Hace varios años, cuando descubrí nuestro folleto, me cautivaron las palabras "fe" y "desafío". Me sentí llamada a unirme al Instituto, pero mi familia se opuso. Ya una experiencia muy fuerte, ocurrida durante mi adolescencia, había forjado mi fe: un encuentro que me salvó milagrosamente de una situación grave. Caminaba sin saberlo hacia el peligro, pero Dios, en su infinita misericordia, me había elegido para ser suya. Este evento se convirtió en la piedra angular de mi vida, anclando en mí la creencia de que, si mantenía mi fe en Él, Él siempre cuidaría de mí. "A cualquiera que reconozca públicamente que es mi discípulo, yo también confesaré delante de mi Padre que está en los cielos que es mío". (Mateo 10:32.)
A lo largo de mi viaje, la fe y los desafíos han ido de la mano. He vivido varios acontecimientos que han puesto a prueba mi valentía y compromiso. Pero hay dos experiencias que se destacan claramente.
Durante mi formación, formé parte de un grupo de tres estudiantes que trabajaban como profesores en una escuela pública. Uno de nuestros colegas, un profesor hindú, se encontraba en una situación difícil: su madre estaba hospitalizada y no tenía a nadie que la cuidara. Pedimos permiso para ayudar a la señora y, mientras a las dos Oblatas se les daba permiso para cuidarla, se le negó al otro estudiante, que formaba parte de otro instituto secular. Cuidamos a la madre enferma con todo nuestro corazón, lo que nos valió no sólo bendiciones, sino también un inmenso respeto por el Instituto de los Oblatas misioneras de María Inmaculada. Este evento nos permitió dar testimonio de nuestro carisma: servir con dedicación, más allá de las barreras de la religión y los orígenes.
Otro evento puso a prueba mi fe cuando una joven brillante y talentosa, una de mis alumnas, se enfrentó a un futuro incierto. Fue cortejada por un joven que estaba muy enamorado de ella. Por su parte, sufría un problema médico que le impedía tener hijos. Pero el joven, incluso después de enterarse del problema de la muchacha, se mantuvo firme en su amor.
La fe nos guió mientras buscábamos el consejo de expertos en derecho canónico, médicos, psicólogos y cirujanos. Para hacer válida esta unión, fue necesaria una operación pesada, algo muy personal y confidencial, sobre todo teniendo en cuenta el patrimonio cultural de Kerala. La familia, incapaz de manejar la situación por sí sola, acudió a mí en busca de ayuda. Fue una solicitud muy difícil porque tenía que estar fuera, obtener permisos y, lo más importante, mantener la confidencialidad más estricta.
Algunas de mis compañeras oblatas se opusieron a mi participación en este caso, pero mi jefe inmediato me apoyó y pude acompañar a la joven durante todo su proceso médico. La operación fue un éxito, pero tuve que enfrentarme a varios retos porque estaba sola en un lugar extraño, además de que era muy joven. Recurrí a la oración para encontrar la fuerza necesaria en Dios. La niña se recuperó y seis meses después, ella y su amante contrajeron un matrimonio bendito y posteriormente adoptaron a dos hermosos niños.
Estas experiencias reafirmaron mi creencia de que, sin fe, no se pueden enfrentar los desafíos. Nuestro carisma nos llama a estar constantemente disponibles a la llamada del Padre. Como bien nos dijo el Padre Parent: "Mi prójimo me da la oportunidad de descubrir en él la imagen de Dios". Las oblatas somos mujeres de fe y desafíos, fortalecidas por nuestra misión de servir. En cada acto de valentía y compasión, damos testimonio de Su presencia, transformando vidas y glorificando Su nombre.
Valsamma Joseph, Kerala Inde
Domingo, 02 Marzo 2025 14:30
La oblata, una mujer de fe y desafío
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Testimonios