Mi venida en un centro para personas jubiladas (de edad) no era prevista. Son las circonstancias de salud que me has conducida a ella. Desorientada, he pedido a la Virgen María de mostrarme la nueva misión para que esté feliz. Ella tuvo la manera, aqui esta mi camino.
Primero fue domada por la sonriza de una señora que se sentaba a menudo frente a mi puerta para descansar un poco. Después a la caferería, me invitaron a una mesa. A la recepción, recibía siempre una bella acogida y una respuesta a las informaciones que yo habia solicitado. Aqui, las personas son muy acogedoras y se saluan cada vez que se encuentran.
De hecho, encontré elementos de mi espiritualidad : El patrimonio (nombre de la casa)
de la caridad cristiana. ! Que maravilla ! La Virgen María ha escogido bien. El carisma del Instituto pide una « constante disponibilidad a la voluntad del Padre para vivir en todo lugar la caridad de Cristo por el servicio, con la ayuda de María ».
Estar disponible me pide vivir el momento presente, abriéndome a las personas que encuentro. Así me acostumbro al medio ambiente y descubro bellas personas. ¿ Y mi missión? « Como Cristo, manifestar el amor incondicional del Padre a toda persona.» Las personas de la casa me lo han manifestado por su acogida calurosa « revelando los signos de la Presencia de Dios en el corazón de la realidad cotidiana ». ¿Cómo no manifestar el amor y no sonreír cuando uno se siente amada?
¿Cómo vivirlo diario? Con un saludo y una sonriza. Aquí en nuestra región, es normal, la gente nos saluda, nos ofrece una ayuda atenta abriendo una puerta, ayudando a llevar los paquetes, etc.. Es sencillo y eficaz.!
No tengo que buscar para vivir y practicar una presencia concreta de Dios en mi medio. ¿Quien no necesita de una oreja atentiva, de un aliento, de una atención afectuosa cuando la enfermedad nos visita o cuando uno pierde un ser querido? Además, tenemos una capilla, la misa, unas celebraciones, unas actividades muy interesantes que piden colaboración y participación.
Muchas personas conocen mi compromiso y me siento bien aceptada. Me implico en pastoral de los enfermos, voy a distribuir la comunión a las personas en su departamento; participo a la animación en las celebraciones y ayudo a la formación de animadores y animadoras. A menudo, viéndome salir para la misa, me comparten unas intenciones de oración.
Después de una visita en un hogar donde he visto a muchas personas tristes, encerradas, me invitaron personalmente a irradiar la sonriza, el buen humor en la acogida de otra persona. ¿Porqué? Sino, tenemos una cara de viejo y parecemos a muertos vivientes. No me siento vieja a 84 años, pués, sonrío y estoy feliz.
Y espero estar mejor mañana. ¿ Y la soledad ? La necesito para entrar en mi misma, hacer silencio, entender Dios, encontrarlo en la oración, en la Palabra y en los demás. Lo necesito también para acoger los cambios numerosos de la vida en sociedad, en Iglesia y en el Instituto.
Puedo vivir eso con esperanza y confianza porque cada día, estoy alimentada con la espiritualidad del Instituto. La misa, el rosario, la meditación de la Palabra, el amor de cada persona, no juzgar negativamente, hacer una lectura positiva de los acontecimientos, eso me permite adaptarme, me da útiles concretos. Además tengo compañeras oblatas que me sostienen con su afección, de su atención, de su compromiso maravilloso a amar y servir. El equipo multiplica la vida y la energía.
Como pueden constatarlo, no puedo quejarme. Al contrario, tengo la abundancia. Agradezco a María quien me acompaño muy bien.
!La misión no esta terminada, mientras vivo¡ !Amo mi vida, amo la vida¡
Lina L.
Enero 2020.