Hoy como todos los días, son días de dar gracias a Dios por todos los beneficios recibidos. Esto me permite celebrar 55 años de vida consagrada como Oblata Misionera de María Inmaculada. Estos años han pasado muy rápido, como un soplo del Espíritu Santo. Me llenaron de fortaleza, sabiduría y alegría para servir al Señor, como si fuera el primer año de mi consagración secular.
Nuestro Fundador, el Padre Louis-Marie Parent,o.m.i., nos dice en las Constituciones “Consagrarse, es aceptar ser servidora de la voluntad divina, modelarse en Cristo, actuar bajo el influjo del Espíritu, dejar crecer en sí el Espíritu y consentir a disminuir bajo su influencia”.
La vida consagrada responde a una llamada y a una aceptación voluntaria, como la respuesta de la Virgen María, el FIAT. Así lo han hecho tantos misioneros que han respondido SÍ, como yo, hace 55 años. Vale realmente la pena pasar la vida en esta experiencia del amor libertador en obras como: Radio Bolivia en Oruro; en el internado de señoritas universitarias, dirigidas por las Oblatas; en Cochabamba; en el Arzobispado de Cochabamba y muchas otras. Esto fue una bendición constante de crecimiento y fortalecimiento en mi vida personal y en la misión encomendada como Oblata.
Por esta razón, mi respuesta a la llamada de Jesús es un acto de gratitud y un don de mi vida como consagrada para vivir el espíritu apostólico, para servir mejor al Señor.
En las Constituciones, el Padre Parent nos habla de nuestra fisonomía espiritual que se dibuja en dos rasgos: el alma de profunda vida interior, el corazón del apóstol misionero.
Nuestra profunda y bella espiritualidad que dice “vivir una espiritualidad muy concreta centrada en la caridad de Cristo”.
Mi agradecimiento igualmente va a las compañeras oblatas por estos 55 años pasados en su compañía. Cada una según su realidad, ha sido una referencia en mi caminar.
Gracias a mis queridos padres que han sido tan amantes y me han permitido seguir el camino de mi felicidad. Gracias también a mis hermanos y hermanas, y a los amigos que han cruzado mi ruta a lo largo de estos años.
No tengo más palabras para expresar lo que está pasando en mí en este momento, solamente un profundo agradecimiento del corazón a todos y todas. Que Dios, nuestro Padre nos bendiga siempre.
Martha Bustillo R., Bolivia