Desde mi infancia, me sentía atraída por la consagración. Y le dije a mi madre: “Un día fundaré una comunidad sin velo” pensando en la Virgen María que no entró tampoco en un convento. Recibí un folleto de propaganda del Instituto secular las Oblatas Misioneras de María Inmaculada, se trataba de mujeres que viven la consagración en pleno mundo, la mística me fascinaba. Desde siempre quise ser misionera. ¡Que alegría cuando fui escogida! Después de 36 años en países extranjeros, regresé a Canadá y siempre el amor de Cristo y el servicio al prójimo me colman.
Gracias al Instituto que me permitió realizar mi vocación y sigue haciéndolo.
Rose Mathieu