A la edad de trece años, ya conocía el Instituto y cada vez más observaba cómo vivían estas personas la Presencia de Dios y la Caridad en acción en pleno mundo. Es lo que yo buscaba, la oportunidad de ir por el mundo compartir y profundizar la felicidad de conocer el Dios tan bueno del Evangelio que a menudo se Le presentaba sobre todo severo y castigador.
A los veintiún años, ya que no me sentía atraída por la vida comunitaria, me uní al Instituto siguiendo mi trabajo como profesora en el mismo lugar.
Después de cincuenta y cinco años de vida en el Instituto, estoy llena de gratitud por esta inmensa gracia. Gracias Dios mío.
Céline B.